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26 junio 2008

Ese encantador psicópata (3ª parte)

Tercera y última parte


Habladores y Superficiales

Los psicópatas son por lo general volubles y fáciles verbalmente. Pueden ser conversadores divertidos y entretenidos, preparados siempre para una reacción rápida y son capaces de contar improbables pero convincentes historias. Pueden ser muy
efectivos en presentarse a ellos mismos y acostumbran a ser encantadores.
Uno de mis informes describe una entrevista que tuvo con un prisionero: "Me senté y
saqué mi bloc de notas y la primera cosa que me dijo fue que tenía unos ojos muy bonitos. De alguna forma se las arregló para introducir algunos cumplidos sobre mi apariencia durante la entrevista, por lo que al terminar me sentí inusualmente… bonita. Soy una persona realista, especialmente con mi trabajo y al salir no podía creer que yo había caído en una trampa como esa”.


Egocéntricos y Grandilocuentes

Los psicópatas tienen una visión de sí mismos exagerada y narcisista, seguros de su valía, viéndose a sí mismos como el centro del universo, justificándose en cuanto a sus reglas. “No es que no siga las leyes”, dice un sujeto. “Sigo las mias. Nunca infrinjo mis propias reglas”. Siguió luego describiendo esas reglas en términos de “busco ser el número uno”.
Los psicópatas alardean de tener objetivos específicos, aunque no buscan obtener las requeridas calificaciones, debido a su falta de interés en una educación formal.


Falta de remordimiento y sentimiento de culpa

Los psicópatas muestran una sorprendente falta de interés por las consecuencias y ansiedad que sus acciones puedan producir en los otros. Pueden aparentar una completa calma y ausencia de culpa, sin mostrar pena ya que para ellos no hay en absoluto motivo.
Su falta de remordimiento está asociada con una remarcable habilidad para racionalizar su comportamiento, eludiendo responsabilidad por sus acciones que pueden ocasionar traumas, enojo de familiares, amigos y otros. Tienen a menudo excusas para su comportamiento y en algunos casos niegan que con su proceder hayan producido ningún perjuicio para nadie.

Falta de empatía
Muchas de las características mostradas por los psicópatas están firmemente asociadas a una profunda falta de empatía e inhabilidad para construir un mapa mental y emocional y ansiosa de otra persona. Parecen completamente incapaces de “ponerse dentro de la piel” de otros, excepto en un sentido puramente intelectual.
Sienten una indiferencia total hacia los derechos de los demás, así como del sufrimiento de familiares y/o extraños. Si logran mantener contactos es únicamente debido a que ven a los miembros de la familia como posesiones. Una mujer permitió que su novio mantuviera contacto sexual con su hija de cinco años porque “me agota”. Ella no pudo entender por qué las autoridades le quitaron la custodia de la niña, dejándola al amparo de las instituciones.


Mentirosos y manipuladores

Con su encantadora sonrisa los psicópatas aparecen imperturbables ante la posibilidad—o incluso certeza—de que les pillarán. Cuando sucede, raramente se quedan perplejos o avergonzados—simplemente cambian sus historias o intentan cambiar los hechos para hacerlos consistentes con su mentira. El resultado es una serie de acontecimientos contradictorios que suelen confundir al que les está escuchando.


Necesitan bullicio a su alrededor

Los psicópatas necesitan vivir en un constante y excesivo alboroto—viven como en un torbellino y “al limite”. En muchos casos la acción significa romper con las reglas establecidas.
Muchos psicópatas dicen “cometer crímenes” para excitarse y sentir emociones. Cuando se les pregunta si lo hacen para divertirse, uno de ellos contestó: “Si, por supuesto. Pero lo que me excita más es pasearme por aeropuertos con drogas. ¡Dios, qué subidón!”
Ello es debido a una incapacidad para tolerar la rutina o la monotonía. Los psicópatas se aburren fácilmente y no les gusta realizar tareas que requieran actividades secundarias, repetitivas o que requieran intensa concentración durante largos periodos de tiempo.

Falta de responsabilidad
Obligaciones o compromisos no significan nada para el psicópata. Sus buenas intenciones “no volveré a mentirte”—son promesas escritas en el viento.
Sus ausencias en el trabajo son frecuentes y sus actuaciones erráticas con menosprecio de los recursos y política de la compañía considerables. Para el psicópata no existe el honor que implica el compromiso con las personas, organizaciones y principios.

Problemas de comportamiento en edades tempranas
La mayoría de psicópatas suelen mostrar graves problemas de comportamiento desde edades tempranas. Ello puede incluir mentiras, bromas pesadas, robos, incendios provocados, abuso de sustancias, vandalismo y/o sexualidad precoz. Debido a que muchos niños exhiben algunos de estos comportamientos en mayor o menor grado y en algún momento—especialmente los nacidos o criados en un entorno hostil o en familias desestructuradas—es importante enfatizar que la historia de esos comportamientos en el psicópata es mucho más amplia y severa que la mayoría incluso comparada con hermanos y amigos educados en ambientes similares.

Comportamiento adulto antisocial
Los psicópatas acostumbran a ver tanto las normas como las expectativas sociales como un inconveniente e impedimento irracional a su propia expresión del comportamiento. Hacen y siguen sus propias reglas, tanto de niños como de adultos.
Muchos de sus actos les llevan a cumplir condenas. Incluso dentro de la población reclusa, los psicópatas destacan por sus actividades ilegales y antisociales que suelen ser más variadas y frecuentes que el resto. Los psicópatas no tienen particular afinidad por un tipo de crimen en particular. Pero no todos los psicópatas terminan en prisión. Muchas de las cosas que hacen escapan de detección o persecución. Para ellos, el comportamiento antisocial puede consistir en prácticas de negocios cuestionables, abusos tanto a esposas como a hijos, etc. Otros suelen hacer cosas que aunque no sean legales, no son éticas o pueden causar daños a terceros.

Fuente: Psychology Today

Exámenes y ansiedad

Dormir es una buena forma de disfrutar de mejor memoria

La privación del sueño abunda durante las épocas de exámenes en la universidad donde imparto clases. Los estudiantes suelen parecer zombis acarreando latas de bebidas energizantes que beben entre bostezo y bostezo. Si tienes suerte te miran en clase luciendo unos lamentables y ausentes ojos rojos. En el peor de los casos, sus ojos permanecen cerrados o ni aparecen por clase. Los exámenes finales están ahí a la vuelta de unos días y me pregunto cómo algunas de esas pobres almas podrán resistir tres horas de examen sin caer dormidos. ¿Por qué será que cuando más necesario es dormir es cuando menos lo hacemos?
Los participantes de una maratón nunca dejarían de comer antes de iniciar una carrera ya que es el momento en que necesitan más reservas de energía, ese es pues el equivalente de lo que la mayoría de nosotros hacemos si cortamos nuestro ritmo de sueño deliveradamente al tener una gran prueba delante de nosotros. Todos sabemos lo beneficioso que puede llegar a ser un buen sueño reparador, uno se siente con mayor energía, se goza de un mejor carácter y se puede pensar con mayor celeridad y claridad, llevándonos a una mejor ejecución ya sea en el terreno laboral o incluso en el doméstico.
Recientes estudios han demostrado que no solo aprendemos mejor la información que nos llega cuando no nos privamos de dormir, sino que un buen sueño estabiliza también nuestras recuerdos más recientes haciendo que sea más difícil olvidarlos y evitando interferencias. Los recuerdos pueden reactivarse y reorganizarse mientras dormimos, permitiéndonos así ser más efectivos en cuanto a aprendizaje y a recordar los acontecimientos.
Argumenté estos descubrimientos con mis estudiantes creyendo que se apresurarían hacia sus dormitorios a dormir, pero la realidad fue que uno de ellos me contestó dudoso “Si tenemos muchas materias para estudiar, no sería mejor que empleásemos el tiempo en dedicarnos a ellas en lugar de dormir toda la noche?” Tuve que admitir que tenían un punto de razón, si debes terminar un trabajo en ocasiones es preferible hacerlo en un estado de privación de sueño que dejarlo abandonado a su suerte.
El resto del tiempo (por fortuna es la mayoría) deberíamos poner más énfasis en conseguir una buena noche de sueño.
En efecto, además de atesorar y preservar nuestros memoria, el dormir nos proporciona un mayor sentido de identidad y propósito en la vida, por lo que deberíamos poner todo de nuestra parte en lograrlo. Quizás con mejores y más eficientes recuerdos, podremos evitar emplear tanto tiempo en realizar nuestro trabajo.
Por la Doctora Nicole Dudukovic.
Psychology Today

20 junio 2008

Ese encantador psicópata (2ª parte)

Lamentablemente, las fuerzas que producen un psicópata son todavía oscuras y debe admitirse que la búsqueda de respuestas sencillas pueden quedar insatisfechas. No obstante, existen algunas teorías sobre los casos de psicopatía que vale la pena considerar. En una parte del espectro hay teorías que ven al psicópata como un producto genético o de factores biológicos (carácter), mientras que otros lo ven como procedente de un entorno social defectuoso en edades tempranas (crianza).
Mi posición es la de que la psicopatía emerge de una compleja—y poco entendida—interrelación entre factores biológicos y fuerzas sociales. Se basa en la evidencia de que los factores genéticos contribuyen a las bases biológicas de la función cerebral y a la estructura básica de la personalidad que influencia el modo en que el individuo responde e interactúa con experiencias vivenciales y el entorno social. En efecto, los elementos centrales que se necesitan para el desarrollo de la psicopatía—incluyendo una profunda incapacidad para experimentar empatía y la completa lista de emociones incluyendo el miedo—son en parte suministrados por la naturaleza y posiblemente por algunas influencias biológicas desconocidas en el desarrollo del feto y el período prenatal. Como resultado, la capacidad para desarrollar controles internos y conscientes y para hacer “conexiones” emocionales con otros se ven drásticamente reducidas.
¿Qué puede hacerse?
En su desesperada búsqueda de soluciones, la gente suele quedar atrapada en un intento destructivo y desesperanzado en la relación con un psicópata: Aparte a un lado su indulgencia y aconséjele terapia. Una norma básica de la psicoterapia es la de que el paciente necesita y desea ayuda para solventar problemas psicológicos y emocionales que le están haciendo daño. Para que la terapia tenga éxito se requiere que el paciente participe activamente, junto con el terapeuta, en la búsqueda de la reducción de sus síntomas. En resumen, el paciente debe reconocer que tiene un problema y desear hacer algo al respecto.
Pero, he aquí el problema: los psicópatas no creen tener problemas psicológicos o emocionales y, por tanto, no ven la razón de cambiar su comportamiento para adecuarlos a los estándares de la sociedad con los que no están de acuerdo.
Eso, a pesar de un siglo de estudios clínicos y décadas de investigación todavía persiste. Recientes hallazgos nos han suministrado nuevas perspectivas sobre la naturaleza del trastorno y nuevos límites más definidos. Aunque comparados con otros trastornos graves, poca investigación se ha desarrollado en cuanto a la psicopatía, aunque es responsable de una perturbación social mucho mayor que otros desordenes psiquiátricos juntos.
Por lo que más que intentar colocar bien las piezas después de que el daño haya sido hecho, sería mejor incrementar nuestros esfuerzos en entender ese peculiar trastorno y encontrar métodos efectivos para aplicarlo de modo preventivo. Las alternativas consisten en seguir aplicando recursos masivos a la persecución, aislamiento y supervisión de los psicópatas después de que hayan cometido ofensas contra la sociedad y continuar ignorando el sufrimiento, ansiedad y perjuicio de sus víctimas. Debemos aprender cómo socializarlos, no lo contrario. Eso, requerirá grandes esfuerzos en investigación y prevención y es imperativo que sigamos averiguando posibles pistas.

Una guía de supervivencia
Aunque nadie está inmune de padecer las maquinaciones del psicópata y el trastorno y ansiedad que pueden producir, existen algunas técnicas que se pueden hacer para reducir nuestra vulnerabilidad.
• Sepa con quién está tratando. Eso suena fácil pero en realidad no lo es. Todas las lecturas que se han publicado no pueden inmunizar contra los efectos devastadores del psicópata. Todos, incluidos los expertos, pueden caer en sus redes, subyugados y luego abandonados por ellos. Un buen psicópata puede tocar un concierto con las cuerdas del corazón de cualquiera.
• Trate de no influenciarse por el “primer impacto”. Es difícil no dejarse ganar por una sonrisa envolvente, un lenguaje corporal cautivador, el habla rápida del psicópata típico lo cual nos ciega no dejándonos ver sus intenciones reales. Muchas personas encuentran difícil tratar con la “necesidad predatoria” del psicópata, fruto todo ello de un preludio a la propia gratificación y el ejercicio del poder más que el simple interés o el deseo de empatía.
• Entre en las nuevas relaciones con los ojos abiertos. Mantenga su guardia alta en evitación de situaciones de riesgo. Algunas situaciones están casi cortadas a la medida para los psicópatas: bares para solteros, cruceros, aeropuertos, etc. En cada caso la víctima potencial va sola, buscando pasar un buen rato o una relación…
• Conózcase a usted mismo. Los psicópatas son hábiles en detectar y explotar los puntos débiles. Su mejor defensa es saber cuáles son esos puntos y ser extremadamente prudente en quienes pretendan incidir en ellos.
Si lo necesita, busque ayuda:
• Obtenga consejo profesional. Asegúrese de que el profesional consultado está especializado en las características del psicópata y tiene la suficiente experiencia en el trato con ellos.
• No se culpe a sí mismo. Sea cual sea el motivo por el que se ha visto envuelto con un psicópata es importante que no acepte la culta por su actitud y comportamiento. Los psicópatas juegan las mismas reglas—sus reglas—con todos.
• Tenga cuidado en quien es la víctima. Los psicópatas a menudo dan la impresión de que son ellos los que están sufriendo. No gaste s empatía en ellos.
• No se sienta solo. La mayoría de los psicópatas tienen muchísimas víctimas. Lo cierto es que el psicópata que le ha causado un estado tan ansioso, lo ha causado también a otros.
• Tenga cuidado con la lucha de poder. Tenga presente que los psicópatas tienen una necesidad muy potente de control psicológico y físico sobre los demás. Ello no significa que no debe hacer valer sus derechos, pero seguramente será muy difícil hacerlo sin con ello arriesgar caer en traumas físicos y emocionales.
• Fije sus propias reglas. Aunque la lucha de poder es arriesgada, puede fijar algunas de ellas—para usted mismo y para el psicópata—para facilitar su vida y empezar la difícil transición de víctima a persona que cuida de sí misma.
• No espere cambios espectaculares. Piense que la personalidad de los psicópatas se podría decir que está “grabada en piedra”. Es poco probable que todo lo que haga produzca cambios fundamentales en la forma en que se ven a ellos mismos y a los demás.
• Deje ya de perder. La mayoría de las víctimas de los psicópatas terminan sintiéndose confundidos y desesperanzados además de convencidos de que son los culpables del problema. Cuanto más de mayor será el insaciable apetito de control y poder del psicópata.
• Asegúrese de tener todo el apoyo emocional que necesite y el consejo de un profesional.
Fin segunda parte
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13 junio 2008

Ese encantador psicópata

(primera parte)
Evite angustiarse y sepa cómo reconocer a un depredador social antes de que ataque.

Jeffrey Dahmer. Ted Bundy. Hannibal Lecter, estos son los psicópatas cuya asombrosa falta de conciencia vemos en las películas y en los periódicos. Tanto hombres como mujeres ejercen su cacería en los lugares de trabajo, en el hogar, y en las relaciones sociales dejando tras de sí una estela de ansiedad y confusión. He aquí cómo localizarlos antes de que ellos le localicen.
Elsa le conoció en una lavandería en Londres. Dan era abierto y amistoso y enseguida se cayeron bien. Desde el principio ella le encontró sumamente divertido, estaba sola, el tiempo era gris y no conocía un alma en esa parte del Atlántico.
"Ah, los viajeros solitarios" remarcó Dan divertido durante la cena "Son los peores".
Después del postre él descubrió no sin el consiguiente sofoco que se había olvidado la billetera. Ella estuvo más que feliz de pagar la consumición de ambos. En el pub, entre copa y copa, Dan le dijo que era traductor de las Naciones Unidas y que, por ahora, se hallaba pendiente de destino.
Se vieron cuatro veces aquella semana, cinco la semana siguiente y poco después Dan se trasladó a vivir con Elsa. Aquello iba en contra de su forma de ser pero ¡cómo podía desperdiciar el momento de su vida!
No obstante, habían detalles a los que Elsa no encontraba demasiada explicación y que nunca habían discutido, lo cual no paraba de darle vueltas a la cabeza, como que nunca la invitaba a su casa, no conocía a sus amigos, etc. Una noche el trajo una caja llena de cintas-envueltas con plástico desde fábrica, sin abrir—unos pocos días después, ya no estaban. Una vez al llegar a casa encontró tres aparatos de televisión en un ángulo de la habitación. “Los guardo para un amigo” fue todo lo que Dan le dijo, cuando le preguntó.
En una ocasión estuvo fuera durante tres días y ella le encontró durmiendo en la cama al mediodía. “¿Dónde has estado?”, le preguntó ella. “Me has tenido muy preocupada. ¿Dónde estabas?”
El le contestó de forma agria al despertarse “Nunca vuelvas a preguntarme eso”
“¿Qué?”
“Dónde voy, lo que hago y con quien estoy, no te concierne, Elsa”.
Era como una persona distinta. Luego pareció recomponerse de su despertar y yendo hacia ella le dijo: "Se que duele”, le dijo empleando el ya conocido tono caballeroso “pero creo que los celos son como una gripe, sólo esperas recuperarte de ella y tu puedes, cariño, tu puedes”. Como la mamá gata lamiendo a sus gatitos, del mismo modo procuraba generar la suficiente confianza hacia él.
Una noche, Elsa le pidió si podía bajar a la esquina y comprar un helado. El no contestó y cuando Elsa alzó la vista para mirarle, se encontró con las más furiosa que recordaba “siempre consigues todo lo que quieres, ¿verdad?”, preguntó de una forma extraña “aunque sea la más pequeña cosa, la pequeña Elsa encuentra a alguien que salta y corre para proporcionársela ¿no es cierto?”
"¿Bromeas? Yo no soy así. ¿De qué estás hablando?”
Se levantó de la silla y salió. Nunca más le volvió a ver.
Existe una clase de personas en cualquier raza, cultura sociedad y forma de vida que todos podemos encontrarnos y sentirnos decepcionados, manipulados y forzados a vivir con ellos o reparar el daño o la ansiedad que nos hayan podido ocasionar. Esos a menudo encantadores—pero siempre conflictivos—individuos tienen un nombre clínico: psicópatas. Su común denominador es una falta de conciencia asombrosa, su juego es siempre obtener gratificación a expensas de otra persona. Muchos pasan tiempo en prisión, pero otros no. Todos ellos toman mucho más de lo que dan. Las expresiones más obvias de la psicopatía—aunque no las únicas—incluyen la fragrante violación de las reglas sociales. Por eso, muchos psicópatas son criminales, pero hay algunos que usan su encanto y su camuflaje a lo camaleón para envolver y confundir, dejando tras de sí vidas arruinadas y trastornos ansiosos difíciles de controlar.
La mayor parte de mi casi cuarto de siglo dedicado a la investigación sobre las respuestas a este enigma ha sido el esfuerzo concienzudo en desarrollar formas de detectar a los psicópatas entre nosotros. La medida y categorización son, desde luego, fundamentales en cualquier entorno científico, pero las implicaciones de ser capaz de identificar psicópatas es mucho más práctico que académico. Simplificando, si no podemos tenerlos ubicados estamos condenados a convertirnos en sus víctimas, tanto sea de forma individual como socialmente.
Mi papel en la investigación de los psicópatas empezó en 1960 en el departamento de psicología de la University de British Columbia. Mi interés creciente en los psicópatas apareció con mi experiencia en el trabajo con psicópatas en la prisión para formar lo que luego sería el trabajo de mi vida.
Reuní un equipo de profesionales clínicos que identificarían población de psicópatas en la prisión a través de largas y detalladas entrevistas y una información de archivo detallada. Pudimos sacar una herramienta de diagnóstico altamente fiable a utilizar por cualquier clínico o investigador y que demostró ser una guía detallada del perfil del trastorno de personalidad denominado psicopatía. Lo llamamos “El formulario de la psicopatía” (Multi-Health Systems; 1991), que está siendo utilizado en todo el mundo y proporciona una especie de manual para los profesionales en el campo sobre cómo distinguir, con una razonable certeza, a los psicópatas verdaderos de aquellas persona que únicamente rompen las reglas establecidas.
Lo que a continuación se facilita es un resumen de los rasgos y comportamientos de un psicópata. No use estos síntomas para diagnosticarse a usted o a otros. Un diagnóstico requiere un aprendizaje explícito y tener acceso a un manual de resultados establecidos. Si sospecha que alguien conocido coincide con el perfil descrito aquí, y es importante para usted disponer de una opinión experta, debería conseguir los servicios cualificados de un psiquiatra o psicólogo forense.
Tenga también en cuenta que personas que no son psicópatas pueden tener algunos de los síntomas descritos. Muchas personas son impulsivas, o habladoras o frías e insensibles, pero ello no significa que lo sean. La psicopatía es un síndrome—un grupo de síntomas relacionados.
Síntomas clave de la psicopatía
Emocional/Interpersonal:
• Hablador y superficial
• Egocéntrico y con delirios de grandeza
• Falta de remordimiento o culpa
• Falta de empatía
• Engañador y manipulador
• Emociones superficiales
Social:
• Impulsivo
• Escaso control del comportamiento
• Necesidad de excitación
• Falta de responsabilidad
• Problemas de comportamiento a edades tempranas
• Comportamiento antisocial en la edad adulta
Al pensar en la psicopatía nos lleva directamente a hacernos una pregunta simple: ¿Por qué algunas personas son así?

Fin primera parte

06 junio 2008

¿Qué hace cuando no está haciendo nada?

Si su respuesta es “nada” acaba de aprobar un test de lógica y suspender uno de neurociencia.
Cuando realizamos tareas mentales—sumar, comparar formas, identificar caras—diferentes áreas del cerebro se activan y los escáneres cerebrales muestran estas áreas activas como cuadros de brillantes colores destacados en un entorno gris.
Los investigadores han descubierto recientemente que cuando estas áreas de nuestros cerebros se encienden, otras áreas se oscurecen. Esa red oscura (que comprende regiones en los lóbulos frontales, parietales y temporal medio) se apaga cuando parecemos estar alerta, y se enciende cuando parece que estamos inactivos.

Si se coloca en una máquina para que le hagan un scanner y permanece allí unos minutos tranquilo esperando las instrucciones del técnico, la red oscura estaría tan activa como una colmena, pero en el momento en que llegasen esas instrucciones y se aprestara a seguirlas, las abejas quedarían quietas y la red se sumiría en el silencio. Así pues, cuando aparentemente no estamos haciendo nada, está claro que sí lo hacemos, ¿pero qué?
La respuesta, parece ser que es viajar en el tiempo.

El cuerpo humano se mueve hacia adelante en el tiempo en la proporción de un segundo por segundo tanto si queremos como si no. Pero la mente puede moverse a través del tiempo en cualquier dirección o a la velocidad que elija. Nuestra habilidad de cerrar los ojos y imaginar: el placer experimentado un domingo o recordar los excesos cometidos durante la noche de Fin de Año pasada es fruto de nuestro desarrollo en la evolución, lo cual no tiene paralelo alguno en el reino animal. Somos una raza de viajeros del tiempo, sin trabas cronológicas y capaces de visitar el futuro o revistar el pasado a nuestro antojo. Si nuestra máquina del tiempo neuronal se daña por enfermedad, edad o accidente, podemos vernos atrapados en el presente. La enfermedad de Alzheimer, por ejemplo, ataca específicamente la red oscura, colapsando a sus víctimas en un ahora sin fin, incapaces de recordar su pasado o visionar su futuro.
¿Por qué la evolución ha diseñado nuestro cerebro para que pueda volar a través del tiempo?

Quizá porque una experiencia es una cosa demasiado valiosa para desaprovecharla. Moverse por el mundo expone a los organismos a peligros, por lo que como norma se deberían tener las menos experiencias posibles y aprender cuanto más de ellas, evitando así estados ansiosos. Aunque algunas lecciones de la vida se aprenden en el momento (“No tocar una estufa cuando está encendida”), otras son más aparentes después de haberse producido el hecho (“Ahora veo porqué se enfadó; debería haberle dicho algo de su vestido nuevo”). Viajar a través del tiempo nos permite pagar por una experiencia una vez y luego tenerla una y otra vez sin costo adicional, aprendiendo nuevas lecciones con cada repetición. Cuando estamos ocupados teniendo experiencias—distrayendo al niño, firmando cheques, batallando con el tráfico—la red oscura permanece en silencio, pero tan pronto esas experiencias acaban, la red se despierta y empezamos a movernos a través del paisaje de nuestra historia y ver lo que podemos aprender por nosotros mismos.
Los animales asimilan a través de aprendizaje y errores; por ello, cuanto más astutos sean, menos tentativas necesitarán.
Viajar hacia atrás nos compra enseñanzas por el precio de una, pero viajar hacia adelante nos permite prescindir las experiencias por completo. Como los pilotos practican el vuelo en simuladores, el resto de nosotros practica la vida en simuladores vivenciales y nuestra habilidad para simular el curso de la acción en el futuro y prever sus consecuencias nos posibilita el aprender de errores sin tener que caer en ellos.

No es necesario cocer tarta de hígado para saber que no es demasiado buena idea; con la simple imagen ya es suficiente castigo. Lo mismo sucede con insultar al jefe o extraviar a los niños. Quizá no podamos prestar atención a las advertencias que aparecen en los folletos, pero como mínimo no nos sorprenderemos al despertarnos con una resaca o cuando nuestra cintura cambie de talla. La red oscura nos permite visitar el futuro, pero no cualquiera. Cuando contemplamos el futuro que no nos incluye—¿subirá la bolsa la próxima semana?, ¿quién ganará las elecciones el próximo otoño?—la red oscura está en calma, sólo cuando nosotros nos desplazamos a través del tiempo, se activa.

Quizá el hecho más sorprendente sobre la red oscura no es lo que hace sino cuán a menudo lo hace. Los neurocientíficos se refieren a ella como el modo por defecto del cerebro, lo que equivale a decir que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo lejos del presente que en él. Por lo general, sobreestimamos el tiempo que estamos en el presente debido a que muy raramente advertimos cuándo salimos. Sólo cuando el entorno lo demanda nuestra atención –el ladrido de un perro, el grito de un niño, un teléfono sonando—que nuestra máquina del tiempo mental cambia y nos deposita en el aquí y ahora. Justo captamos el mensaje y luego volvemos a ensoñar en la tierra del “Nunca Jamás”. Es entonces cuando las redes oscuras se inundan de luz.
Gilbert y Buckner son profesores de psicología en Harvard.