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21 abril 2008

Emociones y ansiedad

Las emociones son una reacción subjetiva al ambiente acompañadas de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea. Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente, en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras. En el ser humano la experiencia de una emoción involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación.
Las emociones, al ser estados afectivos, indican estados internos personales, motivaciones, ansiedad, deseos, necesidades e incluso objetivos. Es difícil saber a partir de la emoción cual será la conducta futura del individuo, pero sí nos puede ayudar a intuirla.
Apenas tenemos unos meses de vida, adquirimos emociones básicas como el miedo, el enfado o la alegría. Algunos animales comparten con nosotros esas emociones tan básicas, que en los humanos se van haciendo más complejas gracias al lenguaje, porque usamos símbolos, signos y significados.
Cada individuo experimenta una emoción de forma particular, dependiendo de sus experiencias anteriores, aprendizaje, carácter y de la situación que la ocasiona. Algunas de las reacciones fisiológicas y de comportamiento que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse.
Charles Darwin observó como los animales (especialmente los primates) tenían un extenso repertorio de emociones, y que esta manera de expresar las emociones tenían una función social, pues colaboraban en la supervivencia de la especie.
Existen 6 categorías básicas de emociones.
Tipo de Emoción y sus funciones
MIEDO: Anticipación de una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre, inseguridad.
Nos ofrece protección
SORPRESA: Sobresalto, asombro, desconcierto. Es muy transitoria. Puede dar una aproximación cognitiva para saber qué pasa.
Nos ofrece orientación frente a la nueva situación
AVERSIÓN: Disgusto, asco, solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión.
Nos ofrece rechazo hacia aquello que tenemos delante.
IRA: Rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad.
Nos induce a la destrucción.
ALEGRÍA: Diversión, euforia, gratificación, contentos, da una sensación de bienestar, de seguridad.
Nos induce hacia la reproducción del suceso.
TRISTEZA: Pena, soledad, pesimismo.
Nos ayuda a la reintegración; nos motiva a una nueva integración personal.

Los humanos tenemos 42 músculos diferentes en la cara. Es otra manera de comunicarnos socialmente y de sentirnos integrados en un grupo social. Dependiendo de cómo los movemos expresamos unas determinadas emociones u otras. Hay sonrisas diferentes, que expresan diferentes grados de alegría. Esto nos ayuda a expresar lo que sentimos, que en numerosas ocasiones nos es difícil explicar con palabras. Hemos de tener en cuenta que el hombre es el animal social por excelencia.
Las diferentes expresiones faciales son internacionales, dentro de diferentes culturas hay un lenguaje similar. Podemos observar como en los niños ciegos o sordos cuando experimentan las emociones lo demuestran de forma muy parecida a las demás personas, tienen la misma expresión facial. Posiblemente existan unas bases genéticas, hereditarias, ya que un niño que no ve no puede imitar las expresiones faciales de los demás. Aunque las expresiones también varían un poco en función de la cultura, el sexo, el país de origen etc. Las mujeres tienen más sensibilidad para captar mejor las expresiones faciales o las señales emotivas y esta sensibilidad aumenta con la edad. Otro ejemplo son los rostros de los orientales, especialmente los japoneses que son bastante inexpresivos, pero es de cara a los demás, porque a nivel íntimo expresan mejor sus emociones.
Las expresiones faciales también afectan a la persona que nos está mirando alterando su conducta. Si observamos a alguien que llora nosotros nos ponemos tristes o serio e incluso podemos llegar a llorar como esa persona. Por otro lado, se suelen identificar bastante bien la ira, la alegría y la tristeza de las personas que observamos. Pero se identifican peor el miedo, la sorpresa y la aversión.
Las emociones poseen unos componentes conductuales particulares, que son la manera en que éstas se muestran externamente. Son en cierta medida controlables, basados en el aprendizaje familiar y cultural de cada grupo:
• Expresiones faciales.
• Acciones y gestos.
• Distancia entre personas.
• Componentes no lingüísticos de la expresión verbal (comunicación no verbal).

Los otros componentes de las emociones son fisiológicos e involuntarios, iguales para todos:
• Temblor.
• Sonrojarse
• Sudoración
• Respiración agitada
• Dilatación pupilar
• Aumento del ritmo cardíaco

Estos componentes son los que están en la base del polígrafo o del "detector de mentiras". Se supone que cuando una persona miente siente o no puede controlar sus cambios fisiológicos, aunque hay personas que con entrenamiento sí pueden llegar a controlarlo.
¿Qué es lo que nos produce el miedo a nivel fisiológico?
Cuando nos encontramos ante un estímulo que nos provoca miedo o temor, nuestro cuerpo reacciona activándose, de manera que estemos a punto para cualquier reacción de lucha o huída que sea preciso a fin de protegernos, ya que nuestro impulso más básico es el de la supervivencia.
La activación se produce de la siguiente manera:
El lóbulo frontal de la corteza cerebral por la acción del hipotálamo activa la glándula suprarrenal.
La glándula suprarrenal descarga adrenalina.
Las pupilas se dilatan
El tórax se ensancha
El corazón se dilata, aumenta la provisión de sangre.
Se produce un aumento de la tensión arterial.
Los músculos se contraen.
El hígado libera glucosa, el combustible de los músculos.
La piel palidece.
Los bronquios se dilatan para aumentar el volumen de oxigeno.
En casos extremos la vejiga urinaria se vaciará.

10 abril 2008

¿Qué es la Inteligencia Emocional?

De la misma manera que se averigua el CI (cociente intelectual), se puede hacer con la Inteligencia Emocional. Se trata de conectar las emociones con uno mismo; saber qué es lo que uno siente, poder verse a sí mismo y a los demás de forma positiva y objetiva. La Inteligencia Emocional es la capacidad de interactuar con el mundo de forma receptiva y adecuada.
Características básicas y propias de la persona emocionalmente inteligente:
• Poseer suficiente grado de autoestima.
• Ser personas positivas
• Saber dar y recibir
• Empatía (entender los sentimientos de los otros)
• Reconocer los propios sentimientos
• Ser capaz de expresar los sentimientos positivos como los negativos
• Ser capaz también de controlar estos sentimientos y la ansiedad que pueda producir
• Motivación, ilusión, interés
• Tener valores alternativos
• Superación de las dificultades y de las frustraciones
• Encontrar equilibrio entre exigencia y tolerancia.
Goleman explica que la Inteligencia Emocional es el conjunto de habilidades que sirven para expresar y controlar los sentimientos de la manera más adecuada en el terreno personal y social. Incluye, por tanto, un buen manejo de los sentimientos, motivación, perseverancia, empatía o agilidad mental. Justo las cualidades que configuran un carácter con una buena adaptación social.
El psicólogo W. Mischel hizo un experimento con niños de 4 años: les daba un caramelo y les decía que tenía que irse un momento, pero que debían esperar a que él volviera antes de comérselo, si lo hacían así él les daría otro caramelo como premio. El tiempo que permanecía fuera era tan sólo de 3 minutos. Había niños que no esperaban y se comían el caramelo. Posteriormente, hizo un seguimiento de los niños y observó que los que no se habían comido el caramelo, eran más resistentes a la presión, más autónomos, más responsables, más queridos por sus compañeros y mejor adaptados en el medio escolar que los otros.
Todas las personas nacemos con unas características especiales y diferentes, pero muchas veces la manera que tenemos de comportarnos o de enfrentarnos a los retos de la vida son aprendidos. Desde pequeños podemos ver como para un niño no está tan bien visto llorar y expresar sus emociones como en una niña, además a los varones se les exige ser más valientes, seguros de sí mismos. También podemos observar cómo, según las culturas, las mujeres son menos valoradas, tanto en el ámbito personal como en el laboral, lo cual es el origen de opresiones y malos tratos. Todo esto lo adquirimos sin darnos cuenta ya desde el momento en que venimos al mundo: nos comportamos como nos han "enseñado" a comportarnos. Quererse a uno mismo, ser más generoso con los demás, aceptar los fracasos, controlar nuestra ansiedad… no todo depende de lo que hemos heredado, por lo que hemos de ser capaces de seguir aprendiendo y mejorando nuestras actitudes día a día, aprender a ser más inteligentes emocionalmente; en definitiva, a ser más felices.

04 abril 2008

Ansiedad y depresión en la Universidad

Los estudiantes están dando claros signos de trastornos psicológicos. Aunque, ¿son
hoy muy diferentes de los de antaño?


La gravedad de los problemas mentales en los campus universitarios ha crecido de manera significativa desde 1988—la era del Prozac, al igual que se han producido otros cambios principales en las culturas y en el desarrollo de las enseñanzas.
Todos nos hemos tenido que adaptar al cambio incesante de las tecnologías y los estudiantes suelen hiperventilar ante el mero hecho de tener que acometer la ardua tarea de tomar una decisión por miedo a que la carrera elegida se evapore antes de que se sequen sus diplomas. También, la diversidad crea demandas especiales sobre las habilidades sociales del estudiante simplemente cuando nadie está en casa para enseñarles a hacerlo.
Uno no se extraña de que los jóvenes muestren signos de trastornos psicológicos. ¿La pregunta es ¿difieren mucho los estudiantes actuales de los de antaño? Los expertos señalan hacia variadas razones por las que los chicos de hoy acuden a los centros de ayuda psicológica del campus universitario.
• La adolescencia empieza antes y dura más. Los chicos viven en un mundo mucho más complejo que el de sus padres y se ven expuestos a muchísimas situaciones conflictivas antes de poseer las facultades cognitivas y emocionales suficientes para afrontarlas. Por ejemplo, ya no es necesario descubrir su sexualidad; se les echa encima en el mismo momento en que pueden sentarse ante el televisor o pasan ante una valla publicitaria anclados en el asiento trasero del coche familiar.
• Los jóvenes crecen rodeados de estrés y ansiedad. Viven en familias desestructuradas que les conducen a una mayor inestabilidad de su desarrollo psicológico. Es duro enfocar y definir una vida sobre un terreno que está sufriendo continuas fluctuaciones bajo los pies.
• La psicopatología enseña su cara más real. Las universidades son el reflejo natural de los trastorno de la salud mental que culmina para la mayoría pocos años después de la adolescencia. El promedio de edad para los trastornos bipolares, por ejemplo, es ahora de 19 años en contraste con el de 32 años para una generación anterior. Siempre han existido trastornos mentales severos, pero una generación anterior los estudiantes afectados eran raramente diagnosticados y tratados—quizá porque los adecuados no estaban disponibles—además de ocultados y marginados.
• Muchos más estudiantes que antes llegan al campus con problemas mentales significativos, pero hay buenas noticias: ”Desarrollan más sus potenciales debido a los tratamientos que no estaban disponibles una generación anterior” dice Hyman. La llegada de antidepresivos relativamente seguros y efectivos ha estimulado los diagnósticos prematuros y la forma de tratarlos capacitando al estudiante a permanecer en el sistema académico y funcionar lo suficientemente bien como para controlar las tareas que requiere una educación superior.
• Desde luego, siendo la adolescencia lo que es y estando los estudiantes fuera de casa, los que reciben tratamiento por una afección son quienes deliberadamente descuidan su medicación. Algunos se enganchan a la bebida y muchos, de forma errónea, creen que ahora que ya no están en casa donde apareció el problema, sus dificultades deberían desaparecer. Puede llevar algún tiempo, pero los síntomas vuelven.
• La enseñanza secundaria crea y expone a la vulnerabilidad. “El nivel de estrés en el campus es tan alto que favorecen la ansiedad y la depresión” indica la Dra. Linda K. Hellmich, directora del área de consulta de psicología del Instituto Carleton de Minnesota, de 1.800 estudiantes. “Todavía lo empeora más la falta de sueño en la que se ven inmersos. Los estudiantes creen que pueden verse privados de las necesarias horas de sueño sin sufrir las consecuencias”. No compiten únicamente por sus notas, sino que también lo hacen por conseguir ser el más estresado. Es cuestión de honor decir que han estado despiertos y en actividad durante varios días”.
• Su alto coste redunda en un mayor estrés. Padres y estudiantes suelen enfocar sus perspectivas hacia una universidad de élite y en el proceso de admisión con una rigurosidad y competitividad considerables ya desde edades tempranas. Seguro que han oído algún chiste sobre padres estimulando a sus niños a entrar en el jardín de infancia mejor para así empezar su camino hacia el éxito. Pero la presión sobre el futuro puede también verse como una reacción al estrés del mundo real—un intento de saber que el niño tiene opciones ya que el mercado laboral cambia y evoluciona.
• Siempre han habido estudiantes con problemas. Solo es que en las generaciones previas desaparecían del campus. Hoy, con los costos tan altos, las escuelas no pueden afrontar el sacrificio que presupone generar espacios libres y los padres han invertido demasiado en este punto y no quieren que sus hijos pierdan tiempo en conseguir primero su estabilidad.
• La diversidad presupone una falta de habilidades sociales. La creciente diversidad de la población estudiantil pone un límite que muchos no están preparados para abordar. “Si, es excitante encontrarse con personas de distintas culturas”, dice Christine Mullis, una reciente licenciada de Duke. "Pero implica más estrés en negociar con las diferencias. Un grupo distinto de estudiantes implica diferentes ideas de cómo establecer relaciones, dando como resultado un creciente fracaso de las mismas—entre sexos, razas, grupos étnicos—que contribuye a la infelicidad en el campus.
• Las habilidades en cuanto a tomar decisiones es cero. Mullis dice “muchos chicos no son felices por haber tomado decisiones equivocadas. Luego van a sus padres y les dicen que están deprimidos e insisten en tomar medicación para su infelicidad sin aprender primero a tomar mejores decisiones”. Las universidades no proporcionan modelos lo más aproximados posibles de un comportamiento exitoso para cuando sean adultos”, añade Mullis. Ni es la cultura una ayuda; es demasiado competitiva. Dice que los estudiantes incluso compiten acerca de sus trastornos alimenticios. Los consideran un “enorme problema imposible de erradicar debido a la forma de ser de las personas que desean imponer control en un entorno que no lo tiene".
• “Hay pocas salidas culturales para la rabia y la ansiedad. Hace una generación existían grandes movimientos de cambio social en los que los estudiantes se podían involucrar. Hoy, los estudiantes centran su interés en la interiorización. Lo propio es visto como la base de la acción”, dice Virginia Federman, "que conduce a acciones como la autolesión como forma de protesta”
• "Existe una nueva generación no reacia a la psicoterapia” y con el cada vez menos estigmatizado trastorno mental que lo hace más socialmente aceptable es más común buscar tratamiento—una actitud del estudiante de hoy más esperanzadora para su posterior vida.
• Es la mejor oportunidad para el cuidado de la persona en su totalidad. Este sistema ha desplazado al anterior cuidado de la salud mental en las escuelas. En muchas de ellas, se integran la salud tanto mental como física. El Dr. Morton M. Silverman, profesor de psiquiatría en la Universidad de Chicago y director del National Suicide Prevention Center, lo ve como una parte principal de la salud del estudiante. “Comparado con el mundo real, los centros de enseñanza ofrecen un cuidado de la salud más entendible”, dice Silverman, Jefe de la Sección de Consultores en Psicología en Chicago. “La pregunta es si los estudiantes obtendrán el mismo nivel de cuidados después de obtener su licenciatura”.
Via: Psychology Today Magazine