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18 octubre 2007

¿Ansiedad, sufrimiento sin enfermedad?

En mi libro «Sufrimiento sin enfermedad», aludía al elevado porcentaje de pacientes que sin padecer la enfermedad específica alguna, tampoco podemos considerarlos absolutamente sanos, y señalaba esta particularidad con la denominación de «espacio gris entre salud y enfermedad». Señalaba también que ante los hoy llamados «trastornos somatomorfos», el médico debe presuponer un fondo de ansiedad, estrés, estigma depresivo o estado de ánimo bajo, que también consideramos como vinculados a trastornos psicosomáticos, lo que nuestro Ortega definía como «al alma encarnada». ¿Qué diferencias esenciales podríamos señalar entre los mencionados ansiedad, estrés, depresión, etcétera?

Considero que el estrés es la emoción inespecífica que surge frente a una amenaza corporal. Todos los síndromes, en mayor o menor grado, cuando tienden a concentrarse, se transforman en miedo. El sentimiento de tristeza surge no contra una amenaza, sino frente a una pérdida, y permite al que la padece retraerse del mundo cotidiano como estigma depresivo. Cuando la tristeza se tiñe de desesperanza, hablamos de depresión.

Las reacciones de estrés conducen al síndrome de adaptación de Selyer. Creo, además, que todas estas escalas de interpretación no deben llevarse a cabo sin conocer un poco mejor al famoso fisiopatólogo y gran científico austriaco, el cual hizo un estudio muy completo (1936) y quien ya por entonces utilizó el término estrés en la revista «Nature», de Londres. Son, asimismo, muy interesantes sus estudios al lado del profesor Arthur Bielde, más específicamente en secreción interna hormonal. Tampoco debemos dejar de mencionar al también fisiopatólogo Masor, que define el ataque estresante como una inundación de estímulos para los que carecemos de respuesta y que nos producen intensa carga emocional, lo que en los ancianos se convierte en intensa carga psíquica con alteraciones vasculares y nostalgias.

Tratándose de niños, erróneamente queremos darles estímulos que van más allá de lo que ellos pueden asimilar. Es como si los padres o los profesores quisieran convertirlos en adultos prematuramente. Se trata de un claro error, porque pueden hacerlos llegar a una situación límite.

Reflexionando sobre esta cuestión comprendemos que el estrés actúa por un lado con la agresividad y la violencia, y por otro con las tensiones que nosotros aprovechamos, tratando de dominarlo con nuestra estrategia personal o individual. Respecto a este tema, no debemos dejar de mencionar el grupo Bush de investigación y por nuestra parte el catedrático de la Universidad Complutense doctor Dionisio Pérez, quien afirma (1965) que «el estrés puede ser positivo si se entiende como un reto personal», o sea, que puede ser beneficioso incluso para la actividad humana y que si no existiera una estrategia individual para dominarlo muchas especies animales incluso ya habrían desaparecido.

Podría decirse que el estrés está de moda en la actualidad, si bien siempre existió un aumento de tensión nerviosa tanto ambiental como familiarmente, e incluso en el ámbito social. Hoy está aumentando por circunstancias ambientales, peligros circunstanciales muchas veces aumentados exageradamente por los medios de comunicación. Podríamos decir que existe un estrés de la vida moderna, un ambiente que nos va convirtiendo en víctimas del estrés.

En conclusión, el estrés siempre procede del exterior, a diferencia, por ejemplo, de la ansiedad o la depresión, que están dentro de nosotros, y debe controlarse recurriendo a un ambiente de sosiego, estrecha relación con los seres queridos, animales de compañía, etcétera, pues aquí no hay carga emocional, sino efecto psicológico. La razón por la que ciertos individuos son susceptibles al estrés es porque han heredado una condición denominada «baja tolerancia al estrés».


Jesús Kocina es médico.

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