Pros Es importante que reserves unas horas al día para ti en las que no te interrumpan durante la realización de las actividades que creas oportuno hacer, ¡o no hacer! (haz lo necesario para conseguirlo).
Contras El sentirte culpable.
¡No lo hagas! tienes derecho a reservarte tiempo para ti.
Pros Crea una agenda para tu trabajo, estudios, tareas hogar, etc.
Contras El posible cálculo erróneo del tiempo.
Ello puede repercutir en una agenda muy apretada. Intenta hacerte una estimación del tiempo que necesitas para cada cosa (añade un poco más).
Pros Es importante que sepas tus prioridades, te ahorrará mucho tiempo.
Contras Las dudas que pueden surgir.
Con la práctica todo mejora. Divide las tareas complejas, hazlo más fácil de alcanzar y da fechas límite para hacerlas (calcula un poco más).
Pros ¿A qué horas del día tienes más energía? Pues aprovéchalas y deja las otras para realizar tareas que no requieran tanto esfuerzo o que puedas hacer algo más relajado. ¡Por favor, no olvides tu espacio, ni tu descanso!
Contras El obsesionarte.
Corres el peligro de angustiarte si decides hacer demasiadas cosas durante estas horas más productivas. ¡Cuidado también con el perfeccionismo! Sé realista.
Pros Ponte unas expectativas razonables (no intentes complacer a todo el mundo, no lo conseguirás).
Contras El que los demás te saboteen por estar demasiado disponible. Sé asertivo, di que “no” cuando lo creas preciso. No te agobies, ese es el primer paso.
Pros No esperes a que te reconozcan el trabajo bien hecho. Es mejor que lo hagas tu (lo que venga será complementario).
Contras Corres el riesgo de no ser lo suficientemente apreciado para tu gusto y que te comporte frustración, ansiedad o que te sientas muy mal.
Pros Pregúntate: ¿Qué es más importante para mí? Deja algo para luego, para mañana… aprende a delegar.
Contras El dejarte llevar por la tiranía de lo urgente. (Sólo tienes dos manos).
Pros Vigila tu tolerancia a la frustración. Observa tu nivel de ansiedad. Saber tus límites en temor a fracasar, a tener éxito por las repercusiones o tu tendencia al perfeccionismo, te ayudarán a ejecutar tus tareas con éxito final, ya que no dirás que “sí” a todo lo que te propongan. También sabrás lo que puedes o no puedes “tragar”.
Contras Si el miedo desmesurado al fracaso y postergar tus tareas se convierte en un problema serio, demasiado frecuente, deberías buscar la ayuda de un profesional.
Info Ansiedad
TRASTORNOS DE ANSIEDAD: noticias, artículos y comentarios.
19 febrero 2009
27 enero 2009
Curiosidades sobre la ansiedad
No reservarse las emociones para uno mismo, no reprimir los sentimientos y, claro, decir la verdad, parecen ser las claves para conseguir llevar una vida con mejores condiciones de salud, mejorar la propia calidad de vida, vivir con menos estrés y reducir las posibilidades de caer en una depresión o sufrir ansiedad.
Investigadores alemanes aseguran que aparentar pasarlo bien en el trabajo es causa segura de enfermedad. Ese humor alemán... A lo que sin duda se refieren, ahora sí, en serio, es que las personas que se dedican a trabajos de cara al público corren mayores riesgos de caer enfermos por estos motivos, ya que es sabido que, de cara al público, todo han de ser buenas maneras y caras felices, aunque el propio público sea un verdadero depredador psicológico.
"Cada vez que una persona se ve forzada a reprimir sus sentimientos, hay consecuencias negativas para su salud", asegura el Professor Dieter Zapf, investigador de las emociones humanas.
Se planteó un curioso experimento en el cual se juntó un grupo de personas en una sala simulando un centro de atención de llamadas. Los clientes estaban preparados para “abusar”, literalmente, de los operadores. El grupo se dividió en dos partes, una que estaba autorizada para contestar libremente a los clientes y otra que tenía prohibido tal contestación, y debía mostrarse siempre alegre y servicial. La experiencia demostró que los que podían "contestar" mostraban una breve aceleración cardiaca después de colgar el teléfono, pero para los que tenían que mantenerse en todo momento amables y serviciales, la aceleración cardiaca se prolongaba en el tiempo, perjudicando con ello su salud mental, física y generando ansiedad.
Geociencia
Fuente | The Sidney Morning Herald
Investigadores alemanes aseguran que aparentar pasarlo bien en el trabajo es causa segura de enfermedad. Ese humor alemán... A lo que sin duda se refieren, ahora sí, en serio, es que las personas que se dedican a trabajos de cara al público corren mayores riesgos de caer enfermos por estos motivos, ya que es sabido que, de cara al público, todo han de ser buenas maneras y caras felices, aunque el propio público sea un verdadero depredador psicológico.
"Cada vez que una persona se ve forzada a reprimir sus sentimientos, hay consecuencias negativas para su salud", asegura el Professor Dieter Zapf, investigador de las emociones humanas.
Se planteó un curioso experimento en el cual se juntó un grupo de personas en una sala simulando un centro de atención de llamadas. Los clientes estaban preparados para “abusar”, literalmente, de los operadores. El grupo se dividió en dos partes, una que estaba autorizada para contestar libremente a los clientes y otra que tenía prohibido tal contestación, y debía mostrarse siempre alegre y servicial. La experiencia demostró que los que podían "contestar" mostraban una breve aceleración cardiaca después de colgar el teléfono, pero para los que tenían que mantenerse en todo momento amables y serviciales, la aceleración cardiaca se prolongaba en el tiempo, perjudicando con ello su salud mental, física y generando ansiedad.
Geociencia
Fuente | The Sidney Morning Herald
09 enero 2009
Guerra de sexos y la ansiedad que genera
¿Qué ocurre con la sempiterna “guerra de sexos”? Mientras que hombres y mujeres se aman a diario, viven y trabajan juntos en aparente coexistencia pacífica, el resentimiento subterráneo, enfado y rabia aflora a la superficie en erupciones sexuales de tensión verbal y, en ocasiones, incluso con violencia. ¿Qué es lo que estimula ese antagonismo entre sexos?
Me puse en ello por primera vez hace 12 años en un capítulo de uno de mis libros.
El asunto –o como mínimo mi particular opinión sobre el mismo—provocó tal controversia que mi, por lo general, atrevido editor consideró la posibilidad de excluir el capítulo, aunque finalmente acordamos publicar una versión un tanto bajada de tono.
Dos de los puntos centrales en ese capítulo consistían en que la animosidad existe claramente entre los dos sexos, una cierta rabia encubierta que prevalece en todas las esferas sociales y afecta negativamente en las relaciones íntimas entre hombres y mujeres. Lo que subyace y da pábulo a esa hostilidad entre géneros es un miedo y consiguiente ansiedad inconsciente hacia el sexo opuesto.
El miedo es un factor fundamental en la génesis de la rabia, angustia y violencia en general. Eso que nos da miedo rápidamente se convierte en lo que nos obsesiona y angustia y da lugar al aforismo “La mejor defensa es un buen ataque”. He aquí nuestro miedo primordial hacia el sexo opuesto o más arquetípicamente hablando: miedo del hombre hacia lo femenino y miedo de la mujer hacia lo masculino.
La ansiedad a la castración da información sobre el miedo primordial del hombre y la hostilidad que genera hacia la mujer. En psicología, la castración es un miedo masculino primitivo a perder su propio poder. En una de sus teorías más controvertidas, el complejo de castración, Freud especuló en cuanto que los niños, ante su primera exposición a los genitales femeninos concluyen que una vez poseían un pene que por algún mal comportamiento, se les extirpó. Por razones obvias esa creencia genera ansiedad, especialmente durante el periodo de Complejo de Edipo, cuando la sexualidad en potencia del niño se dirige hacia la madre y se ve amenazada con la castración imaginaria por parte del padre. Esta asociación traumática en la niñez entre sexualidad y castración permanece en adelante manifestando un miedo inconsciente hacia las mujeres y todo lo femenino
El concepto de Freud de la ansiedad de la castración no debe tomarse en su sentido literal pero tiene un sentido perfecto hablando simbólica y metafóricamente. Para la mayoría de los hombres este típicamente inconsciente complejo de castración es lo que estimula la hostilidad hacia las mujeres y genera rabia. Es lo que Erich Neumann describe como “miedo a lo femenino”.
El Dr. Neumann, alumno de C.G. Jung, sugiere que los chicos, en el proceso de separación psicológica de su madre para establecer un “ego” o la identidad masculina propia, empiezan a percibir las cualidades “femeninas” de la madre como amenazantes. En un normal desarrollo, escribe Newmann, el chico suele, en ocasiones, rechazar lo “femenino” y aprende a identificarse en su lugar con el padre, intercambiando su fidelidad a los valores del matriarcado femenino al patriarcado masculino.
En la edad adulta y debido, en principio, al poder sexual femenino ejercido biológicamente–conectado con el concepto comparativo de la naturaleza, el inconsciente y el reino de la intuición, instinto y emoción—despierta en el hombre una mezcla de fascinación, miedo y sentimiento de estar a la defensiva.
Pero lo que Neumann elude es el miedo de lo masculino de las mujeres. Para las chicas—que no necesitan esa separación de la madre—ésta proporciona una identidad femenina, ego, o sentido de proceso de comportamiento y psicológico de espejo y modelo. Esta identificación exclusiva en las chicas hacia la madre y lo femenino tiende a amplificar el miedo de lo masculino—y a los hombres. Los hombres y los valores masculinos suelen proporcionar connotaciones algo extrañas y ajenas creando en las féminas una clase de xenofobia sexual, un miedo inconsciente y en ocasiones defensivo de fertilidad potencial, todopoderosa, principio masculino de penetración del hombre. En los casos en que la mujer ha rechazado el valor de lo femenino—puede ver quizá la feminidad de la madre como debilidad o negatividad—temen y resienten la masculinidad del hombre que podría estimular su feminidad reprimida, o cuando los límites y el ego son frágiles, el temor a perderse en una relación genera defensas en forma de rechazo sutil de cualquier relación íntima potencial con hombres y lo masculino.
Las defensas narcisistas son especialmente problemáticas entre sexos. A todos nos han herido emocionalmente como niños en algunas ocasiones e inconscientemente hemos acarreado la experiencia hacia las relaciones adultas. Enfado, resentimiento, hostilidad o terquedad nos evitan un mayor perjuicio, pero quizá excluye la posibilidad de una verdadera intimidad. Cuando la rabia narcisista del niño interior herido crepita debajo de una relación, el efecto se convierte en una especie de alambre de púas que se va encadenando entre dos personas, una hoja de afeitar afilada que corta el alambrado defensivo construido por el miedo, la pena, la rabia y el resentimiento.
La atracción sexual y el amor pueden experimentarse como una aterrorizante pérdida de poder y control para ambos sexos: la entrega o intimidad sexual requiere una disminución de defensas, una renuncia valiente de control, una predisposición a la vulnerabilidad al riesgo emocional y tolerancia a la ansiedad sobre la incursión inevitable a la intimidad.
Para ambos géneros existe un miedo innato de tales encuentros así como la atracción hacia ellos. Ambos tememos y deseamos ser irrevocablemente afectados –en un sentido psicológico “infectados”—por el otro misterioso. Pero a menudo, una vez afectados, intentamos manipular el comportamiento del ser amado mediante la creencia errónea de que al hacerlo podremos controlar nuestros propios demonios.
Al finalizar del día, hombres y mujeres necesitamos ser más despiertos psicológicamente sobre nuestras aprensiones mutuas, desconfianzas y animosidades para comunicarnos. La proyección de culpa de unos sobre otros de nuestros miedos al sexo, amor e intimidad simplemente no funciona. En la psicología de Jung, la confrontación de ánima o ánimus—interiorización masculina en las féminas o femenina en hombres—es la clave.
Saber nuestras propias complejidades, miedos de intimidad y mecanismos de defensa en contra unos de otros en un campo terapéutico, es crucial. Tenerlo pues en cuenta hacia un petulante compañero miedoso que actúa a la defensiva contra la intimidad—sin tomarlo personalmente—no tiene precio.
Pshycology Today
Dr. Stephen A. Diamond
Me puse en ello por primera vez hace 12 años en un capítulo de uno de mis libros.
El asunto –o como mínimo mi particular opinión sobre el mismo—provocó tal controversia que mi, por lo general, atrevido editor consideró la posibilidad de excluir el capítulo, aunque finalmente acordamos publicar una versión un tanto bajada de tono.
Dos de los puntos centrales en ese capítulo consistían en que la animosidad existe claramente entre los dos sexos, una cierta rabia encubierta que prevalece en todas las esferas sociales y afecta negativamente en las relaciones íntimas entre hombres y mujeres. Lo que subyace y da pábulo a esa hostilidad entre géneros es un miedo y consiguiente ansiedad inconsciente hacia el sexo opuesto.
El miedo es un factor fundamental en la génesis de la rabia, angustia y violencia en general. Eso que nos da miedo rápidamente se convierte en lo que nos obsesiona y angustia y da lugar al aforismo “La mejor defensa es un buen ataque”. He aquí nuestro miedo primordial hacia el sexo opuesto o más arquetípicamente hablando: miedo del hombre hacia lo femenino y miedo de la mujer hacia lo masculino.
La ansiedad a la castración da información sobre el miedo primordial del hombre y la hostilidad que genera hacia la mujer. En psicología, la castración es un miedo masculino primitivo a perder su propio poder. En una de sus teorías más controvertidas, el complejo de castración, Freud especuló en cuanto que los niños, ante su primera exposición a los genitales femeninos concluyen que una vez poseían un pene que por algún mal comportamiento, se les extirpó. Por razones obvias esa creencia genera ansiedad, especialmente durante el periodo de Complejo de Edipo, cuando la sexualidad en potencia del niño se dirige hacia la madre y se ve amenazada con la castración imaginaria por parte del padre. Esta asociación traumática en la niñez entre sexualidad y castración permanece en adelante manifestando un miedo inconsciente hacia las mujeres y todo lo femenino
El concepto de Freud de la ansiedad de la castración no debe tomarse en su sentido literal pero tiene un sentido perfecto hablando simbólica y metafóricamente. Para la mayoría de los hombres este típicamente inconsciente complejo de castración es lo que estimula la hostilidad hacia las mujeres y genera rabia. Es lo que Erich Neumann describe como “miedo a lo femenino”.
El Dr. Neumann, alumno de C.G. Jung, sugiere que los chicos, en el proceso de separación psicológica de su madre para establecer un “ego” o la identidad masculina propia, empiezan a percibir las cualidades “femeninas” de la madre como amenazantes. En un normal desarrollo, escribe Newmann, el chico suele, en ocasiones, rechazar lo “femenino” y aprende a identificarse en su lugar con el padre, intercambiando su fidelidad a los valores del matriarcado femenino al patriarcado masculino.
En la edad adulta y debido, en principio, al poder sexual femenino ejercido biológicamente–conectado con el concepto comparativo de la naturaleza, el inconsciente y el reino de la intuición, instinto y emoción—despierta en el hombre una mezcla de fascinación, miedo y sentimiento de estar a la defensiva.
Pero lo que Neumann elude es el miedo de lo masculino de las mujeres. Para las chicas—que no necesitan esa separación de la madre—ésta proporciona una identidad femenina, ego, o sentido de proceso de comportamiento y psicológico de espejo y modelo. Esta identificación exclusiva en las chicas hacia la madre y lo femenino tiende a amplificar el miedo de lo masculino—y a los hombres. Los hombres y los valores masculinos suelen proporcionar connotaciones algo extrañas y ajenas creando en las féminas una clase de xenofobia sexual, un miedo inconsciente y en ocasiones defensivo de fertilidad potencial, todopoderosa, principio masculino de penetración del hombre. En los casos en que la mujer ha rechazado el valor de lo femenino—puede ver quizá la feminidad de la madre como debilidad o negatividad—temen y resienten la masculinidad del hombre que podría estimular su feminidad reprimida, o cuando los límites y el ego son frágiles, el temor a perderse en una relación genera defensas en forma de rechazo sutil de cualquier relación íntima potencial con hombres y lo masculino.
Las defensas narcisistas son especialmente problemáticas entre sexos. A todos nos han herido emocionalmente como niños en algunas ocasiones e inconscientemente hemos acarreado la experiencia hacia las relaciones adultas. Enfado, resentimiento, hostilidad o terquedad nos evitan un mayor perjuicio, pero quizá excluye la posibilidad de una verdadera intimidad. Cuando la rabia narcisista del niño interior herido crepita debajo de una relación, el efecto se convierte en una especie de alambre de púas que se va encadenando entre dos personas, una hoja de afeitar afilada que corta el alambrado defensivo construido por el miedo, la pena, la rabia y el resentimiento.
La atracción sexual y el amor pueden experimentarse como una aterrorizante pérdida de poder y control para ambos sexos: la entrega o intimidad sexual requiere una disminución de defensas, una renuncia valiente de control, una predisposición a la vulnerabilidad al riesgo emocional y tolerancia a la ansiedad sobre la incursión inevitable a la intimidad.
Para ambos géneros existe un miedo innato de tales encuentros así como la atracción hacia ellos. Ambos tememos y deseamos ser irrevocablemente afectados –en un sentido psicológico “infectados”—por el otro misterioso. Pero a menudo, una vez afectados, intentamos manipular el comportamiento del ser amado mediante la creencia errónea de que al hacerlo podremos controlar nuestros propios demonios.
Al finalizar del día, hombres y mujeres necesitamos ser más despiertos psicológicamente sobre nuestras aprensiones mutuas, desconfianzas y animosidades para comunicarnos. La proyección de culpa de unos sobre otros de nuestros miedos al sexo, amor e intimidad simplemente no funciona. En la psicología de Jung, la confrontación de ánima o ánimus—interiorización masculina en las féminas o femenina en hombres—es la clave.
Saber nuestras propias complejidades, miedos de intimidad y mecanismos de defensa en contra unos de otros en un campo terapéutico, es crucial. Tenerlo pues en cuenta hacia un petulante compañero miedoso que actúa a la defensiva contra la intimidad—sin tomarlo personalmente—no tiene precio.
Pshycology Today
Dr. Stephen A. Diamond
05 diciembre 2008
Beber y ansiedad alrededor del mundo
Esta primavera he tenido la oportunidad de observar las diferentes formas de ingerir alcohol en diferentes áreas culturales: Canadá, Irlanda y Portugal/España. El uso del alcohol –y sus consecuencias- no podrían ser más distintos dependiendo de cada lugar.
Mientras que algunos colegas psicólogos enfatizan en el hecho de que la humanidad se comporta del mismo modo a través de la historia y alrededor del globo, me inclino a pensar de forma muy distinta. La forma de beber y sus consecuencias en cuanto a ansiedad en estos tres lugares son mundos aparte, casi como si las personas perteneciesen a especies diferentes.
En Canadá.-
Conocí a personas viviendo en circunstancias casi precarias en valles maravillosos. En general, no existía familia que no estuviese afectada por el abuso de alcohol (y drogas) afrontados todos ellos a los mismos problemas que las personas residentes en naciones del primer mundo. Incluso algunos educadores me describieron vidas de hermanos en una misma familia totalmente hundidas por las adicciones.
Y lo que es peor y más sorprendente incluso cuando la generación de más edad logró integrarse con éxito, sus hijos cayeron en la adicción. En ocasiones, el abismo cultural y la ansiedad que genera la sociedad occidental parece insalvable—la separación total es también imposible, más aún en la era electrónica moderna. En este contexto, la única alternativa a la adicción es la abstinencia total—nunca se me ofreció una bebida alcohólica mientras estuve allí.
En Irlanda.-
El cambio también está en marcha. La vida moderna de los pubs continua, pero con algunos cambios para bien y para mal. Aunque para un americano los hay en todas partes, los nativos más ancianos describen su situación como en declive. En los centros urbanos éstos se han convertido en locales de entretenimiento—con pantallas de video por todas partes- con el propósito de atraer a los más jóvenes y consumidores de fin de semana.
La forma de beber irlandesa es profundamente ambivalente: el pescador como salida para olvidar las preocupaciones y la ansiedad de la vida cotidiana y, por otra parte, en las últimas horas de la noche--en una charla de escritores a la que acudí-- los pubs se llenaron de una convivencia bulliciosa.
Pero hay consecuencias. Para una escritora, bebedora de cerveza, aquellos que se sientan en un pub durante toda la noche dejan también solos en casa a sus familias. Al propio tiempo, un taxista me dijo que había dejado de beber a la vez que recordó las interminables noches con vecinos y amigos en el pub local. Reconoció la existencia de alcoholismo en Irlanda pero al mismo tiempo lo definió como un elemento aglutinador de la población irlandesa. Un considerable número de líderes políticos irlandeses son propietarios de estos establecimientos.
En España y Portugal
El alcohol es visto como un placer aceptado en todas las situaciones de la vida social. Negarse a beber vino durante o un licor después de una buena y abundante comida es casi incomprensible, incluso hablando de los adolescentes. Al contrario de los demás países, no observé ni oí acerca de gente que bebiera en exceso específicamente y exclusivamente por el simple hecho de beber.
¿Qué nos dice todo ello sobre el alcohol, las drogas o abuso de sustancias en los humanos?
En realidad, la actitud y el comportamiento hacia incluso las sustancias más potentes son infinitamente flexibles. Las formas de pensar y ser ante el uso de sustancias parecen ser ordenadas por la naturaleza y lo que es bueno para unos es inadmisible para otros.
Los seres humanos no son buenos en imaginar formas de vida diferentes a la propia y parafraseando a George Bernard Shaw, “el bárbaro es el que confunde las costumbres de su propia isla por las de las leyes del universo”.
Por Stanton Peele en Addiction in Society
Mientras que algunos colegas psicólogos enfatizan en el hecho de que la humanidad se comporta del mismo modo a través de la historia y alrededor del globo, me inclino a pensar de forma muy distinta. La forma de beber y sus consecuencias en cuanto a ansiedad en estos tres lugares son mundos aparte, casi como si las personas perteneciesen a especies diferentes.
En Canadá.-
Conocí a personas viviendo en circunstancias casi precarias en valles maravillosos. En general, no existía familia que no estuviese afectada por el abuso de alcohol (y drogas) afrontados todos ellos a los mismos problemas que las personas residentes en naciones del primer mundo. Incluso algunos educadores me describieron vidas de hermanos en una misma familia totalmente hundidas por las adicciones.
Y lo que es peor y más sorprendente incluso cuando la generación de más edad logró integrarse con éxito, sus hijos cayeron en la adicción. En ocasiones, el abismo cultural y la ansiedad que genera la sociedad occidental parece insalvable—la separación total es también imposible, más aún en la era electrónica moderna. En este contexto, la única alternativa a la adicción es la abstinencia total—nunca se me ofreció una bebida alcohólica mientras estuve allí.
En Irlanda.-
El cambio también está en marcha. La vida moderna de los pubs continua, pero con algunos cambios para bien y para mal. Aunque para un americano los hay en todas partes, los nativos más ancianos describen su situación como en declive. En los centros urbanos éstos se han convertido en locales de entretenimiento—con pantallas de video por todas partes- con el propósito de atraer a los más jóvenes y consumidores de fin de semana.
La forma de beber irlandesa es profundamente ambivalente: el pescador como salida para olvidar las preocupaciones y la ansiedad de la vida cotidiana y, por otra parte, en las últimas horas de la noche--en una charla de escritores a la que acudí-- los pubs se llenaron de una convivencia bulliciosa.
Pero hay consecuencias. Para una escritora, bebedora de cerveza, aquellos que se sientan en un pub durante toda la noche dejan también solos en casa a sus familias. Al propio tiempo, un taxista me dijo que había dejado de beber a la vez que recordó las interminables noches con vecinos y amigos en el pub local. Reconoció la existencia de alcoholismo en Irlanda pero al mismo tiempo lo definió como un elemento aglutinador de la población irlandesa. Un considerable número de líderes políticos irlandeses son propietarios de estos establecimientos.
En España y Portugal
El alcohol es visto como un placer aceptado en todas las situaciones de la vida social. Negarse a beber vino durante o un licor después de una buena y abundante comida es casi incomprensible, incluso hablando de los adolescentes. Al contrario de los demás países, no observé ni oí acerca de gente que bebiera en exceso específicamente y exclusivamente por el simple hecho de beber.
¿Qué nos dice todo ello sobre el alcohol, las drogas o abuso de sustancias en los humanos?
En realidad, la actitud y el comportamiento hacia incluso las sustancias más potentes son infinitamente flexibles. Las formas de pensar y ser ante el uso de sustancias parecen ser ordenadas por la naturaleza y lo que es bueno para unos es inadmisible para otros.
Los seres humanos no son buenos en imaginar formas de vida diferentes a la propia y parafraseando a George Bernard Shaw, “el bárbaro es el que confunde las costumbres de su propia isla por las de las leyes del universo”.
Por Stanton Peele en Addiction in Society
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