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23 mayo 2008

Estrés, ansiedad y corazón

¿Puede el estrés dañar su corazón?
Hace ya algún tiempo que los investigadores sospechaban que el estrés dañaba de alguna forma nuestro cuerpo, pero se había eludido relacionar de una forma fehaciente el estrés con los ataques de corazón y otros trastornos—en parte porque el estrés se experimenta de forma muy personal con variables entre cada uno de los individuos que lo padecen. Sólo recientemente estos estudios han empezado a incluirse en los diagnósticos y el tratamiento del estrés en los cuidados preventivos de los pacientes con mayor riesgo. “Es popularmente conocido que el estrés puede ocasionar enfermedades cardíacas”, dice la Dra. Kristina Orth-Gomer, que ha estado estudiando el estrés y la cardiopatía durante 25 años y que ahora está investigando en el Stockholm's Karolinksa Institute y que los médicos han tardado en poner en práctica estos conocimientos. “Eso está empezando a cambiar ya que ahora existe mayor evidencia”, comenta.
Dos estudios publicados en el Journal of the American Medical Association (JAMA)y en Archives of Internal Medicine apoyan su causa. El estudio publicado por JAMA, de los investigadores de la Université Laval de Quebec, demuestra que los pacientes que experimentaron un segundo ataque de corazón duplican a aquellos cuyas ocupaciones estaban más libres de estrés. El estudio efectuaba un seguimiento de 972 pacientes supervivientes de un ataque, entre los 35 y los 59 años, los cuales volvieron a trabajar dentro de los 18 meses siguientes de haberlo padecido, al menos durante 10 horas semanales. En posteriores entrevistas periódicas entre 1996 y 2005, los pacientes que informaron tener trabajos estresantes–definido como tareas que requerían altas demandas psicológicas y bajas en sentimientos de control—no estaban sólo en más alto riesgo de padecer un segundo ataque sino que también tenían un marcado riesgo de muerte en comparación con sus iguales experimentando menor estrés. Estudios como éste pueden estrechar las conexiones entre estrés y enfermedad, dice Orth-Gomer. La otra cuestión sería: “¿qué hacer para prevenirlo?”
Una solución: Encontrar formas prácticas por parte de médicos y profesionales de tratar las diferentes clases de estrés—profesional y personal—que pone en riesgo al paciente. Actualmente, no forma parte de una práctica estandarizada en los cardiólogos evaluar los sentimientos de sus pacientes sobre circunstancias laborales o dificultades en el matrimonio. Debería introducirse en la comunidad médica el tener un cuidado especial sobre estas cuestiones, dice Orth-Gomer, para tenerlas en cuenta a la hora de efectuar cualquier exploración rutinaria o especializada a la población en general.
Sheldon Cohen, profesor de psicología en la Universidad de Carnegie Mellon y autor de un comentario, aparecido en la publicación JAMA ha examinado los efectos del estrés psicológico sobre una variedad de trastornos graves. La revisión de Cohen de estudios pasados constatan que el estrés—particularmente el estrés social como divorcios y la muerte de un ser querido—a menudo dispara una depresión o dispara los niveles de ansiedad que agrava y ocasiona recaídas en personas que ya se habían recuperado de sus dolencias cardíacas (ver ansioliticos). El informe sugiere también que el estrés puede incidir en el progreso de la enfermedad y en un estudio Canadiense se remarca que el estrés crónico puede acrecentar el trastorno cardíaco.

"Hay una evidencia de la relación entre estrés y enfermedad—lo suficiente como para empezar a preguntarnos si la disminución del estrés puede reducir también la aparición de la enfermedad”, dice Cohen, añadiendo: “A las personas no se les hacen este tipo de preguntas".
El problema reside en que muchos médicos carecen del tiempo necesario para hacerlas. Los médicos altamente especializados como los cardiólogos suelen tener mucho trabajo y pocos de ellos tienen tiempo para entablar una conversación con el paciente. “Es irónico pensar que tenemos un mapa de la importancia de los niveles de estrés en la salud y a la vez problemas en disponer del tiempo suficiente”, dice el Dr. Daniel Brotman, director del Hospitalist Program en el Hospital Johns Hopkins y autor de un informe sobre el estrés emocional y la salud del corazón, publicada en The Lancet. Brotman conoce la fuerte conexión entre el estrés y las enfermedades cardiovasculares, pero no cree que sea realista pedir a los médicos que realicen un historial de cada paciente y su estrés. “Nos decimos, como médicos: “No es mucho lo que podemos hacer sobre el hecho de que su esposa le haya dejado”, dice.
Lo que sí puede cambiarse es la forma en que los médicos escuchan a sus pacientes por lo que se refiere a su salud. Si una mujer se queja de dolor en el pecho, por ejemplo, pero dice que sólo le molesta cuando se siente “excitada”—pero no cuando sube unos peldaños de escalera—su médico interpretará su estado emocional como factor desencadenante de lo que experimenta físicamente, dice Brotman. "El disparador es emocional y los médicos tienden a descartarlo”, comenta. La medicina tradicional ha llevado a pensar que el cuerpo es una máquina y la enfermedad como una máquina que se descompone. Los especialistas pueden estar quizá poco dispuestos a pensar en mente y cuerpo como parte de la misma máquina.
Hay un número de formas en que el estrés puede recalibrar nuestra máquina física. Las personas estresadas tienden a descuidar su salud en general—comen poco, duermen mal, no hacen ejercicio y fuman y beben demasiado—comportamientos todos ellos que no suelen favorecer al bienestar. El estrés también dispara el sistema endocrino facilitando la liberación de hormonas que activan el cuerpo en varias formas: pueden, por ejemplo, irritar el tejido linfático que a su vez altera las funciones inmunitarias o simplemente ocasionar que un corazón en reposo empiece a latir con fuerza. “Todas aquellas personas que han experimentado aunque sea sólo un conato de atropello saben cómo el estrés emocional puede activar el sistema cardiovascular”, dice Brotman. "Pero experimentar frecuentes sustos o asaltos no es algo para lo que nos hayan diseñado." Ahí es donde los desencadenantes del estrés se convierten en una amenaza física.
Todavía muchos pacientes no creen que estas amenazas existan. Para algunos, admitir la existencia del estrés es una señal de debilidad; otros, se resignan como si no les tocase otro remedio que aceptarlo como una dimensión inevitable de la vida. Por lo que la mayoría de nosotros nos limitamos a sobrellevarlo. En otro estudio publicado en Archives of Internal Medicine, algunos investigadores de la Universidad de Londres estudiaron a un grupo de 9.000 funcionarios durante 12 años y hallaron que aquellas personas que experimentaban relaciones cercanas negativas—marcadas por conflictos y luchas—tenían un riesgo del 34% mayor de sufrir alteraciones coronarias que aquellos con bajos niveles de negatividad en sus relaciones personales. Las emociones pueden jugar un papel importante en un matrimonio fracasado, por ejemplo, escribe el autor, representa un directo y acumulativo “desgaste” de los órganos y tejidos que pueden llevar a las personas hacia grandes riesgos de padecer enfermedades.
Un trabajo estresante o unas relaciones perturbadoras pueden no llevar a todo el mundo a una depresión o estar estresado –estadísticamente hablando –pero por ahora es imposible para los médicos predecir quien es más susceptible o no de padecerlo. Por lo que si es una cuestión de calidad de vida o vida o muerte, es quizá un buen consejo para las personas estresadas tomar un respiro ahora y después. "Quizá no sintamos el estrés en nuestro sistema cardiovascular, pero puede empobrecerlo”, dice Brotman. "Es dificil imaginar pasar por esos periodos estresantes y no pensar “Eso es malo para mí”.
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09 mayo 2008

Adquisición y retención de habilidades cognitivas

La adquisición de habilidades cognitivas depende, a menudo, de dos clases de conocimiento: la norma y el conocimiento del hecho en cuestión. Es decir, las habilidades se adquieren sistematizando la solución a un problema, ya sea utilizando una norma conocida o bien recuperando y utilizando soluciones adoptadas ya anteriormente a un problema idéntico o similar.
En nuestros estudios describimos la adquisición de estas habilidades--lo que nos puede ayudar en reducir ansiedades--en términos de velocidad de procesamiento o mejora y eficacia en la recuperación, velocidad de recuperación de un hecho o mejora en la recuperación de problemas presentados anteriormente y su solución, así como el cambio en la estrategia del individuo entre el proceso y la recuperación de problemas y sus soluciones.
Nuestros experimentos están diseñados en el desarrollo, prueba y perfeccionamiento de modelos formales de aprendizaje basados en normas y en hechos y la descripción precisa de cómo estas formas de aprendizaje se ven afectadas por la edad.
Estudios muy completos realizados recientemente (y en progreso) evalúan la actuación de hombres y mujeres saludables de diferentes edades en términos de tres distintos componentes de aprendizaje --velocidad de proceso, uso de recuperación de memoria y la velocidad de respuestas de esa recuperación.
Los procesos de los diferentes componentes se distinguen en base a las distintas estrategias de las que disponga el individuo. Los resultados de los estudios, recientemente completados, han establecido que existen deficiencias relativas a la edad y ansiedad en la habilidad de mejorar con la práctica la velocidad de procesar los datos, de cambiar de éstos a la recuperación del hecho y en la velocidad de la respuesta de recuperación y, por tanto a su solución (Hoyer, Cerella, & Onyper, 2003; Touron, Hoyer, & Cerella, 2001, 2003).
Además de estos hallazgos, los resultados preliminares de una nueva serie de experimentos sugieren que las dinámicas del cambio se entienden mejor como una interacción entre los factores de estrategia relativas a la edad y los requerimientos de la tarea, y no como una simple expresión de la eficacia del sistema de memoria en sí (Cerella & Hoyer, 2003; Cerella, Hoyer, & Onyper, 2003).
En especial, los adultos de mayor edad cambian de proceso de datos a recuperación de memoria con mayor celeridad que los adultos más jóvenes, cuando las tareas presentan una relativa difícultad de procesar, pero más tarde que los adultos jóvenes, cuando las tareas son relativamente difíciles de llevarse a cabo mediante la recuperación del hecho en sí.
Nuestros hallazgos sugieren que los individuos optimizan o ajustan sus estrategias en respuestas a los cambios relativos a la edad en la dificultad del proceso y recuperación del hecho. En estudios en curso, estamos examinando los efectos de las manipulaciones de la dificultad de los componentes procesales y de recuperación por lo que hace a la ejecución de la adquisición de habilidades en adultos de mayor edad y más jóvenes (Hoyer, Cerella, & Onyper, 2003).
Universidad de Siracusa

Vía:Mental Health
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