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08 enero 2008

Tercera parte "¿Soy Normal?"

Los trastornos de personalidad pueden afectar al 50% o más de las personas que están recibiendo tratamiento por algún problema mental. “La mayoría de los pacientes que buscan asistencia están sufriendo dificultades de actitud y copias mal adaptadas durante largo espacio de tiempo, esencialmente lo que ha venido a ser etiquetado como trastornos de personalidad” o como indica el investigador clínico Theodore Millon, “las disfunciones de personalidad se han convertido en omnipresentes en las prácticas de terapia”, dice. Millon piensa que los trastornos de personalidad dejarán atrás todas las demás áreas de práctica psicológica, de terapia y psiquiátrica en la siguiente década”.
No hace mucho, el diagnóstico de un trastorno de personalidad solía despertar una mueca de desagrado. El único tratamiento disponible era un largo período de psicoanálisis. Para eliminar comportamientos conflictivos se creía que era necesario cambiar los rasgos de fondo en los que se había construido la estructura de la personalidad, día tras día, a través de las incontables interacciones de la persona con el mundo. Aquellos pocos que demandaban realizar esta terapia no necesariamente se beneficiaban de ella. La actitud general de los terapeutas hacia estas enfermedades, dice el psiquiatra Len Sperry del Medical College de Wisconsin, era la de “temor y desesperanza".
Junto con esta visión del tratamiento se encuentra la Freudiana en el sentido de que los conflictos internos surgidos en la niñez son la única causa. La perspectiva emergente indica que la personalidad, normal o no, es una interacción compleja de fuerzas interiores y exteriores del individuo: biológicas, psicológicas y sociales.
La personalidad antisocial de Nicolás “el Tiburón”, por ejemplo, puede tener su origen en una predisposición genética a la agresividad expresada bioquímicamente en bajos niveles del neurotransmisor serotonina. Este temperamento podría haber sido agravado por una manifestación hostil o irresponsable de sus padres durante su crecimiento. Las tendencias antisociales pueden haber llegado a su total expresión y reforzadas mediante ambientes sociales: casinos, clubes de strip-tease, gabinetes de abogados—que permitieron e, incluso, estimularon su comportamiento.

Widiger hizo un esfuerzo para no reaccionar emitiendo un juicio de desaprobación cuando Nicolás le contó sus “hazañas”. Mientras Nicolás se sentía más confortable, tuvo también la oportunidad de examinar las raíces de su comportamiento, llegando a conclusiones sobre los errores de sus padres y rectificando los suyos; Nicolás empezó a reconocer lo hiriente de sus acciones hacia sí mismo y hacia los demás. Su esencia natural no cambió con la terapia, dijo Widiger, pero fue capaz de suavizar “los ángulos punzantes de su personalidad, así como su ansiedad".

Len Sperry utiliza una metáfora idéntica para describir el tratamiento de los pacientes como Nicolás. El trabajo clínico con trastornos individuales de la personalidad no es la del carpintero que construye una estructura”, advierte, “sino como la del ebanista que alisa con arena y elimina sus lados ásperos”.
Por último, añade, “el objetivo es cambiar un desorden de la personalidad en un estilo personal –ayudando a que el paciente se convierta en un ser humano sano y funcional, con sus peculiaridades e idiosincrasia intactas.
Una persona como usted o yo”.
FIN ARTÍCULO "SOY NORMAL"