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11 febrero 2007

Pánico: Para entender el miedo

Los ataques de pánico los padecen más del 20 por cien­to de la población. Acompañados de la agorafobia, son excesiva­mente invalidantes y angustian­tes, deteriorando la cali­dad de vida. Especialistas y pro­tagonistas de la Fundación Fobia Club explican de qué se trata.
”Tengo 49 años de existencia y diez de vida“ comienza con fir­meza Adriana Comas: "Viví más de 17 años con ataques de páni­co y llegué a tener más de una docena por día. Cuando llegué a la Fundación Fobia Club, después de leer un testimonio en una re­vista, hacía seis meses que no salía de mi habitación y ni siquie­ra me bañaba; menos aún cuida­ba de mi marido y mis hijos“.
El infierno padecido por quie­nes tienen trastornos de ansie­dad y más específicamente tras­torno de pánico, pertenece a un mundo no conocido por nadie más y, tal vez por eso, tan incomprendido. "Cuando me curé y mis hijos dieron testimonio entendí lo que sentían y lo duro que tam­bién todo esto había sido para ellos", narra Adriana.
Los tiempos actuales y la so­ciedad en su conjunto, con responsabilidades compartidas, son los responsables de que los indi­viduos vivan y sufran la vorágine diaria a la que, ni psicológica ni físicamente, están preparados para enfrentar con tanta cotidianei­dad.
Las personas, sin notarlo, vi­ven un alerta continuo producto de las exigencias laborales, las económicas y las crisis de víncu­lo naturales de las relaciones interpersonales. Tanta adre­nalina un día se vuelve en contra y como una disfunción, los tras­tornos característicos del estrés aparecen con un pronóstico de arduo esfuerzo para contrarres­tarlos.
El médico psiquiatra Ricardo Arriaga explica que un 20 por ciento de la población sufre la enfermedad, la cual pertenece a un grupo denominado ”trastor­nos de ansiedad“, dentro del que se encuentran fobias, ansiedad generalizada, estrés postraumá­tico y trastorno obsesivo compulsivo entre otros. ”Un episodio de ataque de pá­nico consiste en una situación que aparece súbitamente y el paciente tiene la impresión de una muerte inminente, de que algo muy malo le va a pasar y comienza a tener taquicardias, hormigueos, dolor de pecho y opresión y malestares intestina­les y neurológicos, con una dura­ción de aproximadamente diez minutos“, detalla Arriaga. La frecuencia de este sufri­miento puede ser anual, men­sual, semanal o diaria depen­diendo de cada paciente, sin que estas variedades representen un diagnóstico diferenciado. Por otra parte, la existencia de estos episodios desesperantes comienzan a invalidar a las per­sonas que lo sufren, ya que desarrollan lo que se denomina "fobia". En consecuencia se dejan de hacer las actividades comunes cotidianas por miedo a que sobrevenga un nuevo ataque de pánico. Es lo que los profesionales denominan comunmente "miedo al miedo", sensación que comienza a traer grandes trastornos en la vida de los panicosos porque les impide trabajar, hacer las compras, con­ducir un auto y un largo etcétera.
”Yo no podía bañarme si no es­taba mi marido conmigo porque temía tener un ataque bajo la ducha. Arruiné muchas vacacio­nes de mi familia porque cuando subía al auto comenzaba a aho­garme y pedía volver y, en el ca­so de llegar a un lugar, no salía del hotel“, comenta Adriana Co­mas, quien, hasta llegar a Fobia Club y ser tratada por psiquiatras y psicólogos, deambuló durante años por todas las especialidades en busca de un diagnóstico y una respuesta para sus síntomas. ”Por lo general, cuando el pa­ciente concurre a la consulta, viene clínicamente estudiado porque concurrió a varios médi­cos diferentes (traumatólogos, neurólogos, clínicos, gastroente­rólogos) creyendo que el proble­ma se trataba de un desorden de carácter orgánico“, subraya el psiquiatra.
Los orígenes de la desespera­ción
Para Arriaga, desde la psiquia­tría, se considera que puede existir una causa que desate este trastorno, como ser un problema familiar, una situación de mucho estrés, un episodio donde el pa­ciente fue víctima de inseguri­dad, sin embargo no siempre hay una causa marcada pero sí una predisposición biológica pro­ducto de una alteración en el ce­rebro. Se activa en el cuerpo un sistema de alarma excesiva ante una situación que no lo justifica. Pero en realidad el problema es multifactorial, comenta Arria­ga, "ya que la inseguridad, las presiones laborales, las dificulta­des económicas y las sobreexi­gencias preparan el campo para desatar el sufrimiento de estas crisis".
Pero también existe una predisposición que tiene que ver con la crianza de la persona y si fue criada con miedo o no.
Al respecto, el vicepresidente de la fundación destinada aten­ción a los trastornos de ansiedad "Fobia Club", el doctor en Psico­logía Clínica Gustavo Bustaman­te, explica que el desarrollo y los primeros años de vida son muy importantes en cuanto se piensa en la predisposición de carácter psicológico que una persona de­sarrolla para sufrir de adulta la enfermedad. "Lo que muchos pacientes tra­en en común es la historia de una madre que los ha preocupa­do de chicos más de la cuenta en cuanto a las enfermedades, en cuanto que no les pase nada y han sido sobreprotegidos. Cuan­do alguien es sobreprotegido in­terpreta que es más débil que los demás y por eso necesita un ex­cesivo cuidado", comenta Busta­mante. "De todas maneras, lo que pa­sa afuera también influye y suma a la predisposición biológica", agrega el psicólo­go.
El panicoso tiene la preocupa­ción fundamental de no saber cómo controlar el cuerpo cuando comienza con los síntomas, y las situaciones que evita son coar­tantes para llevar una vida normal. Si se le cierra la garganta al ir al supermercado o al tomar un ascensor, dejará de hacerlo y así con todas las actividades que le despierten un episodio, que pue­den ser de cualquier clase. "El intentar controlar un cuerpo que se sale de control tie­ne que ver también con personas que siempre quieren tener el control de las cosas, el control de la realidad y que por eso se encuentran más exigidas y con más estrés. Por eso ocurre entre per­sonas que acarrean más respon­sabilidades de las que deberían tener y la franja más afectada va entre los 20 y los 40 años", destaca Bustamante.
Tratamientos que devuelven la vida
Un porcentaje muy alto de pa­cientes, acuden al consultorio después de sufrir trastorno de páni­co durante más de siete años. El tratamiento que deben enfrentar consta de una atención por partida doble, tanto en lo psiquiátrico como en lo psicológico y conclu­ye en excelentes resultados.
Mientras el psiquiatra propor­ciona un tratamiento con ansiolí­ticos y, en algunos casos con antidepresivos, el psicólogo aplica la llamada terapia "cognitivo-conductual", consistente en hacer cambiar al paciente algunos pensamientos y percepciones de la realidad de carácter disfuncio­nal, modificando a su vez hábitos y conductas. Se asegura que con doce sesiones, el paciente deja de sufrir los ataques. La medica­ción es también proporcionada por un tiempo limitado.
Pero los profesionales coinci­den en que lo que es fundamen­tal es el apoyo y la comprensión del entorno. Un episodio de páni­co es algo irracional, es temerle terriblemente a algo que no re­presenta una amenaza para na­die más que para quien lo está sufriendo, por eso el entendimiento de los otros se vuelve al­go difícil. Sin embargo, el acompaña­miento es fundamental para que la persona que lo sufre pueda sa­lir del problema para siempre.
Bustamante grafica la cuestión narrando un episodio en su consultorio: "Tuve hoy la pri­mera consulta de un paciente con trastorno de pánico, y lo que fue ejemplificador es que acudió con la esposa, quien me dijo ¨doctor, yo también vine porque estamos juntos en esto¨. Eso es lo que debe entender todo entor­no, porque muchos pacientes concurren sintiéndose en extre­ma soledad, incomprensión y abandonados“.
Las alternativas de cura exis­ten. Los tiempos modernos han llevado a padecer afecciones nuevas, pero lo importante es que son solucionables y permiten que el individuo pueda desarrollarse, vivir en sociedad y estar en paz consigo mismo, ya sin an­gustias.
"Después de la primera se­mana de tomar la medicación, lo cual me costó mucho hacerlo porque pensé que me iba a ma­tar, y después de haber pasado seis meses sin salir de mi habita­ción, tomé la decisión de salir a la calle sola. Caminé primero contra la pared de las casas. Cuando vi que no me caía, me fui alejando hasta llegar al cordón de la vereda y luego de caminar media manzana, me largué a llorar con fuerza porque sentí que me habían devuelto la vida“, finaliza Adriana Comas, paciente ya recuperada.
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1 comentario:

cheiroajasmim dijo...

Ao tentar perceber o que me aconteceu, quando subitamente tive um ataque de pânico na autoestrada, encontrei este blog. Aqui estou, ainda confusa e surpreendida pelo que me aconteceu. Não sei como resolver a situação que é recorrente.
Será que voltarei a ficar bem?